sábado, 1 de enero de 2011

Otro año, otra década

Primero de enero. Acabó por fin el año de la Gran Decepción y empieza otro lleno de incertidumbre y miedo. Bueno, salvo que seas banquero, gestor de fondos de inversión y pensiones privadas o rico, a secas.

Está bien que la gente que nos quiere nos lo haga saber, si bien no sea más que un día al año. Los buenos deseos de año nuevo, esos que nos llegan por SMS, email y llamadas telefónicas, son eso, deseos. La puñetera realidad es otra cosa. El verdadero regalo de cambio de año sería, hoy por hoy, la garantía de que no vas a perder el empleo, de que tu pensión no va a ver menguar su poder adquisitivo, de que tus hijos van a encontrar y mantener un trabajo digno y suficientemente pagado. En definitiva, que tú y tu gente vais a poder seguir comiendo caliente, comprando ropa, libros, música, habitando una vivienda digna, yendo al cine y a conciertos, viendo a los amigos alrededor de unas cañas.

Ese es mi deseo para todos ustedes. La salud y la felicidad van de suyo.