miércoles, 4 de noviembre de 2009

Por fin

Excelente noticia. Oigo en Radio 5, leo en Público y amplío en El País:
"El Tribunal de Estrasburgo o Corte Europea de los Derechos Humanos ha declarado la presencia de los crucifijos en las aulas "una violación de los derechos de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones" y de "la libertad de religión de los alumnos".
La Corte, por unanimidad de sus siete miembros, condena al gobierno italiano a indemnizar con 5.000 euros, "por daños morales", a la demandante, Soile Lautsi, cuya tenacidad al recurrir sin éxito a todas las instancias judiciales italianas ha recibido finalmente el premio de esta histórica sentencia del alto tribunal europeo. Que aún puede ser recurrida, no obstante.

Las reacciones políticas y religiosas no se han hecho esperar, si bien el Vaticano, que ha tachado de "equivocado y miope querer excluir a la religión de la realidad educativa", ha tardado un poco más en manifestar su opinión. Todos dan vueltas y más vueltas jugando al despiste alrededor del mismo pivote: que Europa no se entiende sin la aportación fundamental del cristianismo. Cuando lo que en realidad establece el Tribunal es la idea, revolucionaria a juzgar por el fervor de las manifestaciones en contra que concita, de que profesar una religión u otra, lo mismo que elegir no profesar ninguna, son actos voluntarios que conciernen exclusivamente a la esfera particular de cada persona. Que esa voluntariedad es un derecho fundamental. Que ninguna confesión está legitimada para imponer su credo ni, por ende, sus símbolos a nadie en los lugares de uso público, no opcional y compartido con quienes no comulgan con ese credo y esos símbolos. Y que todo eso se llama "libertad de religión".

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