La rentabilidad intrínseca de un plan privado de pensiones (para quien lo suscribe, quiero decir; para el banco o la aseguradora que lo ofrece es otra cosa) es nula o casi; equivalente, en todo caso, a la que puede obtenerse ingresando las aportaciones en una cuenta “de alta remuneración” de esas verdes o naranjas. Su verdadero atractivo para el suscriptor es la deducción que pueda practicar en su declaración anual de la renta. Es decir, son planes rentables porque, en definitiva, están financiados con dinero público; sí, dinero que las arcas públicas dejan de ingresar y que, por lo tanto, tendrán que detraer de otros fines si no se incrementa la recaudación en cantidad equivalente. Y son tanto más rentables cuanto más dinero puede ponerse en ellos, lo cual favorece fiscalmente, una vez más, a las rentas más altas
Ya sé que la de las pensiones y la de los presupuestos generales son cajas diferentes. Pero parece claro que siempre hay dinero público para financiar las pensiones privadas. Y que nadie, salvo algún economista de izquierda, cuestiona esa realidad.
Hasta ayer, eran los bancos, cajas y aseguradoras quienes metían miedo al contribuyente con el coco de “cuando te jubiles la pensión no te va a llegar”. Pura lógica comercial, publicidad para incrementar su cartera de clientes y su cuenta de resultados. Normal.
Pero que venga ahora todo un Ministro de Trabajo (refrendado esta mañana por toda una Vicepresidenta Primera) a recomendar que suscribamos un plan privado de pensiones me parece no sólo preocupante, sino un verdadero sarcasmo. Porque, con la que está cayendo, el que aún no se ha metido en uno es, cuestiones ideológicas aparte, porque, sencillamente, no puede restar de sus temblorosos ingresos la cantidad necesaria para hacer una aportación periódica algo más que testimonial a ningún plan.
Ya sé que la de las pensiones y la de los presupuestos generales son cajas diferentes. Pero parece claro que siempre hay dinero público para financiar las pensiones privadas. Y que nadie, salvo algún economista de izquierda, cuestiona esa realidad.
Hasta ayer, eran los bancos, cajas y aseguradoras quienes metían miedo al contribuyente con el coco de “cuando te jubiles la pensión no te va a llegar”. Pura lógica comercial, publicidad para incrementar su cartera de clientes y su cuenta de resultados. Normal.
Pero que venga ahora todo un Ministro de Trabajo (refrendado esta mañana por toda una Vicepresidenta Primera) a recomendar que suscribamos un plan privado de pensiones me parece no sólo preocupante, sino un verdadero sarcasmo. Porque, con la que está cayendo, el que aún no se ha metido en uno es, cuestiones ideológicas aparte, porque, sencillamente, no puede restar de sus temblorosos ingresos la cantidad necesaria para hacer una aportación periódica algo más que testimonial a ningún plan.
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