viernes, 22 de julio de 2011

Encuestas

El otro día me hicieron en el trabajo una encuesta sobre prevención de riesgos laborales. El muchacho (que dijo vivir cerca de donde trabajo) iba acreditado por un "cipol" con su nombre y foto pero, aunque lo presentó como "una encuesta para la Junta de Andalucía", en su carnet no aparecía el logo de la Junta. Me pareció más bien un encuestador por cuenta de alguna empresa que querrá venderme algo en el futuro.

Las preguntas parecían fundadas y encaminadas a conocer el grado de satisfacción con mi desempeño, el ambiente de trabajo y la interacción con la jefatura y con los compañeros. Pero, al final, me pidió un "teléfono de contacto" y mi nombre. Me negué a darle ambas cosas, y alegó que es por si entro en el cupo del "diez por ciento aleatorio de entrevistados a los que contactan para saber si soy una persona real". Como me malicio, ya digo, que se trata de algún engaño para acabar vendiéndome algo, y ante su insistencia, le di el teléfono de la centralita y acepté su sugerencia de llamarme "Manolo". Ah, también me preguntó por mi domicilio, pero no insistió mucho y anotó la calle donde vive él, porque anteriormente había respondido a una de sus preguntas que vivo cerca del trabajo.

Hoy he recordado que una de las cosas que me preguntó fue si dispongo de una silla cómoda para trabajar. Y que esa pregunta no tenía conexión con las que la rodeaban, es decir, que no me hizo ninguna otra relacionada con la ergonomía, por ejemplo acerca de la luz, el aire acondicionado, las ventanas, la amplitud de las salas de trabajo, la altura de los monitores... y he pensado "ya está: este tío lo que quiere es venderme una silla".

Hace muchos años, cuando estudiaba en Madrid y no tenía nunca un duro, acepté por unos días un puesto de encuestador callejero en una empresa de estudios de mercado. Bueno, yo estudiaba Sociología, y me pareció una buena forma de ganar un dinerillo mientras ponía en práctica algo de lo que aprendía en la facultad... La primera y única encuesta que me encargaron se refería al nivel de estudios y el grado de aprovechamiento y satisfacción con los mismos de una población que debía estar comprendida entre los 12 y los 25 años de edad. Tras patearme durante varios días un barrio de nueva implantación lleno de parejas jóvenes con hijos pequeños, conseguí rellenar dos encuestas, que llevé, orgulloso, a la reunión con el controlador. "Muy bien" me dijo, enfático, mientras extraía dos nuevas carpetas de un maletín: "ahora vas y les vendes este curso de inglés".

Ya ven, no me fío de las encuestas.

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